domingo, 23 de junio de 2024

La oveja fucsia de la familia (Novela, 2021)

 


La escritora y analista profundiza en el análisis de una novela dura y fuerte que plantea el tema de la familia desde un punto de vista políticamente incorrecto. El autor hace planteamientos frontales contra las instituciones sociales.  

María Dolores Cabrera*

Estamos aquí para comentar la novela La oveja fucsia de la familia, del escritor ecuatoriano Santiago Quelal Pasquel. Muchas gracias a Santiago, por la confianza que ha puesto en mí al pedirme que comente su novela en esta presentación. Es un honor hacerlo  junto a mi buen amigo, maestro y colega, el reconocido poeta, escritor y periodista Rubén Darío Buitrón.

La oveja fucsia de la familia es una novela corta que la he leído con admiración y harta satisfacción pues es una verdadera denuncia a un sistema social que marca y define diversos comportamientos en los seres humanos dentro de las familias y fuera de éstas.

Estos comportamientos a los que me refiero, varían de acuerdo a cada individuo. Cada ser es un universo único e irrepetible, con maneras internas y propias de reaccionar frente a estímulos externos incluso iguales o similares para unos y para otros. Es la psicología la que se encarga de descubrir y analizar las respuestas de los diferentes individuos ante un mismo impacto, vivencia social o familiar.

En esta novela, Santiago Quelal, de una forma descarnada y cruda y, además, me atrevería a decir que con una investigación o incluso con cierto conocimiento innato y bastante acertado de la psicología humana, nos muestra cómo cada personaje desnuda su propio conflicto dentro de una misma familia y su personal manera de enfrentarlo e intentar resolverlo.

Así, el autor describe a todos los personajes por separado, pero no solo en una descripción de la personalidad definida en cada uno, sino también en cómo cada integrante se aferra a su individual manera de encararlo.

El leer la novela nos sitúa frente a un espejo en el que quizás nos vemos cada uno de nosotros en las variadas manifestaciones de nuestro inconsciente, frente a factores que alguna vez nos han reflejado experiencias propias o de personas cercanas, amistades e incluso en lecturas o historias.

En La oveja fucsia de la familia se denuncian las enormes fallas que nos aquejan como sociedad y que aún con la tan “avanzada” (entre comillas)  evolución y progresos científicos, no hemos podido erradicar, como son: El machismo, la violencia intrafamiliar, la ignorancia (en el sentido de su significado literal de desconocer) y que tiene relación directa con una educación equivocada que ha estado y sigue estando lejos de centrarse en una verdadera y profunda culturización de los individuos.

Como resultado tenemos familias como las que se muestran en esta novela. Familias donde impera el machismo, la peor lacra y principal causa de todas las demás falencias que ya son resultado y consecuencia de este mal supremo, y que son: la violencia, el odio, los resentimientos, las venganzas, la falta de empatía, el desesperado refugio en las drogas, en el alcohol, en la condición de calle que se convierte en un amparo e incluso en el fanatismo  religioso como tabla de salvación, sin que esto tenga que ver con la creencia o no en un Ser Supremo.

En La oveja fucsia de la familia se nos muestra eso, el perfil psicológico de cada personaje aferrándose, a su manera, a una posible salida. Con unas formas más sensatas y otras menos. Así el personaje principal, Frank, decide abandonar esa familia insana, que tanto mal le ha hecho aunque a cambio tenga que aceptar pobreza extrema e incomodidad. Lo hace como una manera de liberarse y alejarse de todo aquello que le ha perjudicado y herido profundamente a lo largo de su infancia, de su juventud y de su humanidad en general.

Retirarse casi “sanamente” basándose en un contrato, que por supuesto los demás integrantes de la familia no aceptan y por medio del cual renuncia para siempre a todo lo que lo dañó: el machismo de su padre y de su hermano mayor, la violencia, la brutal incomprensión que quizás es lo que más duele. La crítica, la falta absoluta de respeto y el juzgamiento de los demás integrantes sobre su apariencia, actitudes, gustos y deseos en la vida. Frank expresa frontalmente y confiesa no haber querido nunca a su familia con excepción de su madre.

Sin embargo, hay algo por debajo de esos sentimientos, por detrás, tal vez en medio del inconsciente mismo, algo que en momentos sale a la luz, y que se muestra en expresiones como:

-“Me dio un poco de pena lo no vivido con ellos”.

-“Lo no vivido es lo que duele más, duele como una patada en la cara”.

Ese sentimiento escondido, negado, sublimado, lo vemos también en Natalia, su única hermana mujer, cuando en algún momento expresa:

-“…Esa noche ocurrió algo raro en mí…”.

-“Apareció el dolor de nunca poder hablar con el Mac Fly de manera honesta”. (Así llamaba ella a su hermano Frank).

-“Me dio remordimiento, me dolió un montón”.

U Omar que llega a confesar que ha querido a Frank en secreto y que le duele no haber compartido nada con él y dice:

-“…tenía alguna esperanza de arreglar las cosas algún día con mi hermano Frank”. O cuando confiesa a su padre ya sepultado:

-“Padre te quise, te quiero a pesar de las golpizas, en el fondo te quiero”.

Los deseos y los sentimientos inconscientes reprimidos y el doble mensaje de las emociones se muestran en un sueño de Natalia.

Al respecto, ella manifiesta que más que los insultos y los odios desencadenados hacia su hermano, le produjo horror aquel sueño en el que Frank tenía una conversación normal con ella en la que podían mirarse a los ojos, sin miedo. Así de compleja es la psicología humana.

Byron, otro personaje que dibuja a la perfección una personalidad  desesperada, también fruto de la humillación y de las golpizas por parte de un padre autoritario y machista y además de un hermano mayor, Omar, quien hereda la misma actitud maltratadora del progenitor como una defensa para aminorar su propio daño. Byron se refugia en el fanatismo por una religión con la que intenta salvarse luego de sentir culpa ya que en algún momento él cree que iba por la senda del mal y que pudo “enderezarse” (entre comillas), gracias a su señor Jesucristo.

Desde el punto de vista psicológico, el fanatismo por cualquier religión, es también un fuerte mecanismo de defensa para sublimar sentimientos de culpa y refugiarse con desesperación en la esperanza de una salvación para un yo herido, golpeado, víctima de una sociedad agresiva e injusta, a la que su yo interior o inconsciente lo personifica como “el malvado diablo” y a quién culpa de todo lo malo. En estos casos, y en especial en la del personaje Byron, la religión ayuda a justificar el borreguismo:

-“Uno siempre debía estar junto a su familia, aunque sea que se lleven mal, siempre debe existir el acuerdo, la paz, el amor. Siempre la familia debería vivir sobre el mismo techo”.

La religión inculca encasillamiento y obediencia ciega, aunque se tenga que renunciar a ser uno mismo. El fanatismo religioso llega a límites, a veces inimaginables, como en este mismo caso en el que se da a un ser superior la atribución incluso de manejar la economía del planeta, así es como Byron llega a decir:

-“El cielo es el distribuidor del dinero en el mundo”.

Aquí me permito hacer un pequeño análisis de los fanatismos religiosos como mecanismo de defensa:

Este fanatismo actuaría como lo que se llama: Proceso de Compensación, mecanismo que consiste en silenciar un sentimiento de inseguridad exagerando un rasgo deseable: Por ejemplo, comenzar a leer evangelios o textos de cualquier credo, con gran ardor o a escuchar música religiosa a todas horas, para intentar reparar una enorme frustración de vida.

En un artículo publicado en el diario español El Independiente, cuyo link adjunto al final de la cita, encontramos una publicación titulada La religión como refugio. Me permito citar un par de párrafos de este texto.

“La religión y los «charcos estancados»

El filósofo Jorge Freire va un paso más allá y asegura que la religión ha adquirido en ciertos momentos de la historia, una fuerza mayor. Según él, el ser un humano se sigue ‘agarrando’ a Dios en las situaciones más difíciles «y, según aseguró Freud, esto seguirá siendo así mientras el ser humano mantenga el miedo a la muerte, situación que no tiene muchos visos de cambiar».

«Decía Nietzsche que, aunque se replieguen las aguas de la religión, quedan charcos estancados. Por eso la conducta religiosa sigue aflorando, aunque mude la piel. Sospecho que muchos de los que, tiempo atrás habrían entonado diez padrenuestros son los que hoy dedican sus energías al biomagnetismo o al reiki«, explica sobre que no sólo buscamos el consuelo en la religión que nos viene por cultura sino en distintas espiritualidades.

La psicóloga Lucía Cuesta lo expresa en otros términos, pero revalida la misma idea. Para el creyente »Dios es esperanza; esperanza de que todo va a salir bien, de que mi abuela se va a curar, de que no me van a despedir, de que voy a traer al mundo a un hijo sano, etc», asegura y añade que un religioso no encuentra sentido a ciertos dolores si no piensa en la vida eterna.

Y más cuando llegan malas noticias. «Ante una pérdida, la sensación de soledad es inmensa. Nos sentimos solos, vulnerables, vacíos y creer en un ser superior, que nos ve, nos entiende y nos cuida, minimiza ese sentimiento»”. 

Fuente: https://www.elindependiente.com

Pero continuemos con los personajes: Omar, el hermano mayor, justifica la violencia y el machismo del padre diciendo:

-“Cuánto agradezco a mi padre por aquellas palizas…”.

-“…me hicieron un hombre fuerte”.

Estas expresiones peligrosísimas, las oímos hoy en día en mucha gente que sigue creyendo que la violencia puede ser aún una forma de educación y en la actualidad todavía se practica esta manera de correctivo para formar “persona de bien” (entre comillas). Por eso felicito a Santiago, porque en su denuncia social se incluye este tema ante el cual todos los gobiernos y las instituciones educativas, deberían reflexionar para esforzarse en culturizar al respecto a las diversas sociedades del mundo. El machismo de Omar se reafirma cuando expresa que:

-“…la literatura es una pérdida de tiempo porque vuelve débil a la gente y los hace incapaces de vivir como hombres y no como maricas”.

Por medio de los personajes también se muestra aquella manera ofensiva que tiene la sociedad de despreciar la homosexualidad, al considerar como un insulto, las palabras “marica” o “afeminado”.

Otro problema grave y de una enorme ignorancia social es denigrar la libre preferencia sexual de las personas y anular el respeto que estas elecciones merecen. Relacionado con este tema, también juegan un importante papel los conceptos del fanatismo religioso sobre el bien y el mal definido como blanco y negro, lo que se considera pecado respecto a la sexualidad, que tanta culpa innecesaria ha creado y siguen  creando en la gente.

Omar acepta que las peleas le generaban desde que era niño, un gusto, un placer. Que disfrutaba de los golpes que daba y que esa era su pasión. Este mecanismo de defensa le ayuda, por medio del “desquite”, a vengar a su propio yo golpeado y humillado.

En la página web de: educo.org, cuyo link también adjunto,  se afirma que: “Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) una cuarta parte de todos los adultos manifiestan que han sufrido maltrato físico de niños. El maltrato infantil tiene causas muy graves y secuelas en la salud física y mental que afectan durante toda la vida”.

Fruente: https://www.educo.org/Blog/Tipos-de-maltrato-infantil-y-consecuencias

Volviendo a los personajes de la novela, es Omar, el más violento de todos los hermanos, quien precisamente reconoce querer a Frank como lo haría un padre que utiliza el castigo físico para corregir a su amado hijo. Esto lo vemos en el párrafo en el que dice:

-“Que no me guste su forma de ser, que no comparta para nada su forma de pensar, pero es mi hermano de sangre y esas cosas no se pueden anular, ni perder de vista en una estructura social en la que debemos adaptarnos como varones, como machitos

Estas palabras son la manifestación de un machismo puro.

Quiero leer este párrafo tomado de una página web cuyo link anexo, y que señala respecto al machismo:

“Esta ideología no solamente atenta contra el género femenino, sino contra todas aquellas actitudes catalogadas como femeninas que desarrolle un individuo de cualquier género. El machismo desprecia toda actitud o forma de vida de un varón que no esté alineada con el estereotipo de masculino: fuerte, superior, proveedor”.

Fuente: https://concepto.de/machismo/

Respecto a la madre de Frank, quien es un personaje más bien algo oculto, sin mucho protagonismo, vemos que es la típica mujer retraída, que acepta y alimenta el machismo, que no ha sabido defender a sus hijos y rescatarlos, sumisa y obediente al marido y al sistema y que además compara a su hijo Frank con sus hermanos recalcando su inferioridad al calificarlo de vago, de shunsho y de inútil, lo que se refleja obviamente en la enorme baja autoestima que estará presente en todo el resto de la vida de Frank. Otro problema social muy común pero no por eso menos catastrófico que otros.

En la novela es recurrente la presencia del miedo en los personajes y creo que Santiago Quelal enfatiza este sentimiento porque también es palpable y verdadero en la mayoría de los seres humanos reales. Vivimos con miedos, con diferentes clases de miedos. Algunos los reconocemos, otros los sublimamos. Frank, por supuesto, lo acepta:

-“…todo ese miedo que almacenaba desde que tengo esta conciencia…”.

-“Todo ese miedo era yo. El miedo era verdadero”.

Incluso reconoce sentir miedo por los integrantes de su familia:

– “Quería ver los ojos de mi familia y decirles que les tengo miedo, que esto no es como lo pintan”.

-“Me paré un rato para conversar con mi sombra, con mi miedo”.

-“El miedo me esperaba a la vuelta de la esquina como si fuera un viejo amigo”.

Como ya lo hemos dicho, en la teoría psicoanalítica freudiana, los mecanismos de defensa son estrategias psicológicas inconscientes puestas en juego para enfrentar la realidad. Incluso las personas consideradas  normalmente sanas utilizamos distintas defensas a lo largo de la vida. Un mecanismo de defensa del yo se vuelve patológico solo cuando su uso persistente lleva a un comportamiento desadaptado, que compromete la salud física y mental del individuo.

El propósito de los mecanismos de defensa del yo, es proteger la mente de la ansiedad y encontrar refugio frente a una situación que no se puede afrontar. Así, se sustituye un pensamiento doloroso, por otro más agradable. En la novela La oveja fucsia de la familia, el autor nos muestra con claridad varios de estos mecanismos en todos y cada uno de los personajes, quienes tratan de salvarse a sí mismo, como lo hacemos todos, en mayor o menor medida, en distintas etapas de nuestras vidas.

Santiago nos pone frente a una realidad social que se ha manipulado por años con el estigma de: “Familia es familia y sean como sean, hagan lo que hagan hay que aceptarlos, respetarlos y perdonarlos siempre, incluso esforzarnos en amarlos aunque al no poder hacerlo generemos una insana culpa en nosotros y aunque eso signifique renunciar a nuestra propia salud mental y física.

Esta novela sacude nuestro pensamiento, nos permite reflexionar y nos invita a abrir una puerta hacia una vivencia más sana, a romper con esa cadena de prejuicios, tradiciones y premisas  heredadas de generación en generación. A comprender sin culpa,  el concepto claro de que no tenemos ninguna obligación de amar si no nos nace hacerlo, ni aceptar lo inaceptable aunque tengamos que ponerlo en práctica dentro de los lazos de nuestra misma sangre.

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La gente no habla con desconocidos en los autobuses (Novela, 2022)


 Diseccionada en nueve partes se va tejiendo una historia por momentos hilarante, por momentos sensual, y casi siempre violenta, con la violencia del presente. Con gran habilidad Quelal Pasquel nos describe a una sociedad ausente y utilitaria que no habla (y que no se escucha) y sus personajes son el resabio de otro tiempo, del rock ´n roll, del Quito Fest, del Hombre-Orquesta, una serie de personajes que giran en torno a una idea, a un propósito: salir de la sociedad ausente envuelta en miedo y silencio para mostrarse sin caretas, sin máscaras.

Cargada de  matices “La gente no habla con desconocidos en los autobuses” nos describe a una pasarela de personajes y lugares que se vuelven entrañables por la habilidad y oficio moldeados en el texto: la librería La Pirámide; el trovador rockero-electrónico Steve Assange con su guitarra firmada por Rafael Correa; los Fobia 7; el oxidado autobús de la flota Otavalo en el deshuesadero; Fabián, el filósofo friki que redacta el manifiesto que es leído por la voz de San Biritute y que es el librero onanista del lugar.

El manifiesto contra la ausencia, contra la soledad patológica, el descreimiento de la utopía, la avalancha de lo cotidiano y la ternura de ese sentimiento que revolotea sensual y es nombrado como El Amor, se escurren entre las líneas del libro, donde Sven Salcedo encarna la acción y la entereza de estar vivo en un lugar como este que traspasa y trasciende lo ficcional, mientras Sade Biler es la conciencia fría y práctica de la novela. Biler reconoce la utopía en los ojos perdidos de Sven, y lo abraza.

La sociedad ausente, entre el silencio y la campaña La gente no habla con desconocidos en los autobuses, estará presente en las fiestas de la Santísima Tragedia.

Cerca del monolito de San Biritute un unicornio se deja acariciar mientras una moneda de cincuenta centavos es aventada al aire y cae al piso mostrando la cara del viejo luchador.
(Adriano Valarezo Román)

La oveja fucsia de la familia (Novela, 2021)

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